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Justo después de la medianoche del 10 de marzo de 1945, Estados Unidos lanzó un ataque aéreo sobre el este de Tokio, que dejó más de 100.000 muertos y destruyó una cuarta parte de la ciudad. A diferencia de sus seres queridos, Hiroshi Hoshino, Michiko Kiyooka y Minoru Tsukiyama salieron vivos de los bombardeos. Ahora, en sus últimos años, no desean nada más que reconocimiento y reparación para aquellos que, como ellos, sufrieron daños indelebles por la guerra, pero el gobierno japonés e incluso sus conciudadanos parecen reacios a reconocer el pasado.