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Con un salario inferior al que gana el mendigo local, y con una esposa y dos hijos cuyo único interés es robarle sus últimos centavos, el vendedor de zapatos Al Bundy tiene suerte si puede sentarse frente al TV con una cerveza helada, o escabullirse al bar local Nudy todos los martes por la noche. La vida ya no es lo que solía ser cuando él era la estrella del equipo de fútbol de la escuela secundaria y cuando anotó cuatro touchdowns en un solo juego.