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Sus historias comienzan de manera diferente pero terminan en el mismo lugar. Antoinette Frink, Luis Rivera y Barbra Scrivner son delincuentes no violentos que recibieron largas sentencias en una prisión federal en la década de 1980, cuando nuestras ansiedades nacionales sobre la violencia se convirtieron en política pública con intención punitiva. Hoy en día, nuestras prisiones albergan a más personas per cápita que cualquier otra nación del mundo y les cuestan una fortuna a los contribuyentes. La creciente evidencia demuestra que el encarcelamiento masivo no ha hecho casi nada para reducir el crimen. Sin embargo, miles de delincuentes de drogas no violentos, como estos tres, continúan consumiéndose tras las rejas.