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Aparece un camino en el umbral entre la ficción y la realidad. A lo lejos, dos figuras aparecen inclinadas sobre sí mismas. El progreso es inevitable. La imagen del camino muestra un camino que los une y los separa en diferentes tiempos y lugares. A veces el impulso de correr, a veces el silencio de la verticalidad. Laura Samy y Alice Poppe revisitan figuras de los solos Dança Macabra y Máquina de Dançar, respectivamente, instigadas a tejer nuevas narrativas a través del gesto común de inclinarse sobre sí mismas. Ahora, en Cravo, las dos figuras avanzan lado a lado, movidas por los sentidos de lucha, sueño y memoria que cada uno va construyendo al avanzar. Inclinarse sobre uno mismo restituye el cuerpo como escucha y lo remite al espaciamiento irreductible de sus contornos.