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Quite el crimen del trabajo policial, y lo que queda son los procedimientos. En el sector occidental de Beijing, seguimos el tedio de los policías. Un perro rabioso anda suelto en el barrio de Guoli: una banda de policías lo persigue. Entonces, llega la voz desde arriba para recoger a todos los perros del sector: el miedo a la rabia se combina con el hecho de que los perros sean símbolos de estatus de los nuevos ricos. Ocasionalmente, se detiene a un delincuente: alguien que vende pornografía, alguien que ejecuta un juego de tres cartas. Los policías fuman, van a reuniones y realizan capacitaciones. Patrullan en bicicleta y hacen cumplir los edictos. Guoli trabaja de noche. Es vago en casa, su esposa quiere que haga más. ¿Hay algo más que hacer?