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El nombre Fukushima se ha convertido en sinónimo de los peligros de la energía nuclear, al igual que Chernóbil. La directora Hitomi KAMANAKA analiza los paralelos entre los dos desastres, viajando a las regiones afectadas en Japón y Bielorrusia. Su interés y compasión está con las familias, especialmente con los niños y sus madres que tratan de protegerlos. Esta película deja que se escuchen sus voces.