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“Aunque a otras personas les parezca lo mismo, para mí cada cosa que produzco es una nueva expresión y siempre hago cada obra a partir de un nuevo interés. Es como un pintor que siempre pinta la misma rosa”. Yasujirô Ozu fue un director japonés ampliamente considerado como uno de los más importantes de la historia del cine. Encontró su pasión por el cine cuando vió Civilización (1916) de Thomas Ince y años después comenzó a trabajar en los Estudios Shochiku en Kamata. En 1927 debutó como director con La espada de la penitencia. Durante la Segunda Guerra Mundial, fué enviado a China, y su cine cambió por completo tras el regreso; una inquietud existencial impregnó sus obras posteriores. Su carácter visual es inmediatamente reconocible por quienes conocen su filmografía: cámara estáticas, ángulos bajos, y un enfoque en la vida cotidiana y las relaciones familiares. Este estilo ha permitido que sus obras perduren a lo largo del tiempo, ya que sus temáticas son universales, trascienden épocas y fronteras. Algunas de sus obras incluyen Primavera tardía (1949), El comienzo del verano (1951), siendo Historias de Tokio (1953) una de sus mejores películas. Fue un observador del cotidiano, el paso del tiempo y la impermanencia de la vida.