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Hitchcock, Topaz y la Guerra Fría

En términos de narrativa y caracterización de personajes, para Alfred Hitchcock la Guerra Fría podía ser una maraña de espías, traiciones, defecciones, agentes dobles, situaciones aparentemente confusas. Pero su mirada, o la mirada que se desprendía de sus relatos sobre estos asuntos, era de una claridad meridiana: su posición siempre era contraria al comunismo, de esas posiciones que “van de suyo”, que ni siquiera hay que argumentar. De hecho, uno vuelve a ver Cortina rasgada o Topaz y hasta puede sentir que de ellas se desprende una pregunta muy clara, muy rápida, que podría imaginarse casi formulada con sorna y una media sonrisa del inglés que lo sabía todo y más allá acerca del arte -popular, atractivo- del cine: ¿cómo vas a creer que un régimen comunista puede ser aceptable? Los comunistas de Cortina rasgada, comunistas de la ya extinta República Democrática Alemana, eran unos autómatas burocratizados, salvo el científico, que estaba aislado en su propia pasión por sus fórmulas e iluminaciones y se impacientaba frente al gris verticalismo de sus compatriotas. Sin embargo, el científico, más guiado por el principio del placer que los apparatchik (funcionarios profesionales del aparato del partido), seguía siendo comunista. Según vemos en Cortina rasgada, había una resistencia dentro del país, una red de personas actuando activamente contra el gobierno. Los integrantes de la resistencia, claro, son los buenos, los que ayudan al héroe.

Cortina rasgada es del año 1966. Topaz, la siguiente película en la filmografía del director que aparecía en sus propias películas y también en los trailers, es de 1969. Dos películas seguidas con la Guerra Fría no como telón de fondo sino como eje, como tema nuclear. El Hitchcock de la segunda mitad de los sesenta es el Hitchcock del espionaje de la Guerra Fría. En Topaz, el comunismo que muestra Hitchcock es el cubano, podríamos decir que recién estrenado, porque la acción de la película transcurre en 1962, y Fidel Castro y sus revolucionarios estaban en el poder desde 1959. La película, basada en una novela de Leon Uris de 1967, está muy lejos de mostrar con benevolencia al gobierno de Cuba. Y también en Topaz se nos relata acerca de una red de resistencia, de gente actuando activamente contra el gobierno. Los integrantes de la resistencia, claro, son los buenos, los que ayudan al héroe.

¿Fue la Guerra Fría un tema “siempre presente” en la filmografía de Alfred Hitchcock? Esa es una pregunta muy fácil de responder incluso si uno no vio la filmografía de Hitchcock, porque la Guerra Fría empezó después de la Segunda Guerra Mundial, y para esa altura la filmografía del director ya estaba integrada por un montón de películas, más de la mitad de la que finalmente tendría la totalidad de su filmografía. De todos modos, para mucha gente la mejor década de Hitchcock sería la primera completa después del inicio de la Guerra Fría: los cincuenta. Según no pocos análisis y muchos datos, además, una década dorada de la economía de los países centrales capitalistas. Hitchcock hace su primera película con la Guerra Fría como tema en 1959, con North By Northwest (Intriga internacional en Hispanoamérica, Con la muerte en los talones en España). Sin embargo, esa no era una película tan centrada en el espionaje como las dos que haría en los sesenta: de hecho, el protagonista no era un espía y ni siquiera estaba relacionado con la política. Y así como para mucha gente la década del cincuenta de Hitchcock es la mejor de su carrera, hay también cierto consenso en que después de la mitad de los sesenta Hitchcock ya no fue tan bueno. Pamplinas, como diría en el doblaje el papá de Wendy, John y Michael en Peter Pan (en la versión de los cincuenta de Disney ¿la mejor década de Disney?).

Para decirlo sin vueltas, hasta el final de su carrera, Hitchcock fue Hitchcock. Es decir, como rubricó para siempre François Truffaut en el final de El cine según Hitchcock: “Hitchcock no solo intensificó la vida, sino también el cine”. Ahora bien, a Truffaut no le gustaba mucho Topaz, ni tampoco demasiado al público ni a la crítica en su momento. Y tampoco le gustaba a Hitchcock. Al menos según contaba Truffaut luego de enumerar diversos problemas de la película y de los cambios que hubo en el final: “Lo hemos adivinado y comprendido, lo sabemos: a pesar de las reales bellezas esparcidas -agrupadas esencialmente en el episodio cubano- Topaz no es una buena película. Al estudio no le gustaba, al público y a los críticos tampoco, ni siquiera a los hitchcockianos; y el director, que no quería ni oír hablar de ella, sentía imperiosamente la necesidad de una revancha consigo mismo.”

Lamento no coincidir con Truffaut y Hitchcock, pero a mí me gusta mucho Topaz. En realidad me alegro de no coincidir con ellos, porque siempre es mejor que a uno le guste una película. Y que le guste incluso luego de volver a verla luego de años, y de tenerla muy olvidada. Como bien señala Truffaut, hay belleza en el episodio cubano, con sus picos trágicos y melodramáticos en forma de doble triángulo. Y el villano de ese segmento, que en realidad ya aparecía en Nueva York, es el memorable Rico Parra (inmenso John Vernon). Pero Topaz es mucho más que el episodio cubano. Con una estructura narrativa poco convencional, el héroe principal es presentado bastante tarde en el relato. Con una vida poco convencional, el actor que interpreta al héroe principal André Deveraux es Frederick Stafford, cuya performance fue juzgada de forma muy severa en su momento, pero cuya habilidad para el tono bajo es notable, para pivotar las pasiones a su alrededor e incluso su propia pasión. Y para, claro, poner la cara que hay que poner para disimular intenciones. Por otro lado, Topaz es inusual en otro aspecto: más allá de las muertes, el verdadero cambio se da en un personaje no protagónico, en el disparador de la acción: el soviético que defecciona, Boris Kusenov (Per-Axel Arosenius). Y desde él y su familia parte la acción, con esa persecución in crescendo en Copenhague, otra de las grandes secuencias de la película.

Por otro lado, y más allá de las leyendas -y unas cuantas verdades- de la relación de Hitchcock con sus actores y actrices, en Topaz asistimos a un seleccionado actoral impactante, sobre todo en cuanto a la participación de europeos y en especial franceses de primera línea, algunos de los cuales estaban en ese entonces reciente y fuertemente identificados con películas de la Nouvelle Vague, con trabajos importantes para Truffaut y Jean-Luc Godard. ¿En qué película podemos tener a Hitchcock + Michel Piccoli + Karin Dor + Philippe Noiret + Dany Robin + Claude Jade + Michel Subor? En Topaz, claro. Y en Topaz también tenemos la elegancia astuta y despierta de Roscoe Lee Browne interpretando al solícito florista Philippe Dubois, y, sobre todo, la elegancia eficaz y de una pieza del personaje crucial, el referente, el peso moral de la película: el agente estadounidense Michael Nordstrom, interpretado por John Forsythe, que años antes de Dinastía era la mismísima definición del aplomo en la pantalla grande.

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