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Después de diez años de matrimonio, el marido y la mujer deciden divorciarse. La división de bienes y el propio proceso de divorcio se desarrollan sin escándalos. Ambos entienden que el divorcio es la única salida a un matrimonio fracasado y dilatado, donde cada uno de ellos cree que no ha realizado plenamente su potencial y una decisión difícil dará impulso a una nueva vida y sueños olvidados. Pero solo después del divorcio, se dan cuenta de que todo fue solo una ilusión y que, de hecho, el problema no estaba en el matrimonio.