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Toma un poema antiguo,los bucólicos,escrito por Virgilio alrededor del 40 a.De este texto dividido en diez églogas,tomemos la traducción francesa de 1956 de Paul Valéry.Tome Yohei Yamakado,un joven compositor y cineasta japonés,apasionado por la literatura y el cine más sobrio (Ozu,j-C.Rousseau,Dreyer,el straub,Oliveira).Agregar,escasamente,algunos amigos de este joven artista.La refinada austeridad del resultado no te sorprenderá.Aparte de cuando está puntuado por breves secuencias arregladas con cuidadosa deliberación,se nos impone una pantalla negra a lo largo de toda la película,perforado solo en la parte inferior del marco por los subtítulos blancos,una transcripción luminosa de los versos del poema de Valéry.Claramente, Yamakado ha elegido,y en línea con otros radicales de vanguardia,hacer de su primer largometraje cinematográfico el espacio de una proyección ante todo mental,liberada de los peligros de la figuración y liberada del peso de la reproducción.El cine es la música del futuro,eso dijo otro cineasta.En este caso,es de hecho la música de un pasado lejano,de un poema antiguo sintonizado con la posibilidad de una canción contemporánea,sin borrar la distancia intermedia,más bien su representación como un inmenso,arco perceptible de un deseo palpable.