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Isabel, de 58 años, como muchos otros españoles, emigró a Edimburgo en busca de una nueva oportunidad. Después de que su negocio en España colapsara luego de años de crisis financiera, dejó a su esposo con un objetivo en mente: ahorrar suficiente dinero para recuperarse. Sin embargo, no contó con tantos obstáculos: el Brexit, la pandemia de la Covid-19, su barrera idiomática y un dolor articular y muscular creciente a causa de sus trabajos físicos. Limpia por las mañanas y entrega por las tardes, y cuando llega a casa tiene cinco horas para dormir. Isabel quiere ser parte de la cultura escocesa, pero ¿cómo puede hacerlo cuando no tiene tiempo para aprender inglés, no tiene tiempo para socializar y cuando al final del día le duele tanto el cuerpo?