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Rinzin Jurmey, de dieciocho años, de Bután, decidió convertirse en monje y estudiante de cosmología budista cuando tenía once años. A diferencia de muchos de sus compañeros que asisten a escuelas modernas y son más materialistas, Jurmey disfruta de un estilo de vida contemplativo. La pequeña nación de Bután estuvo aislada del resto del mundo hasta hace solo unas décadas. En lugar del producto interno bruto, el país utiliza un índice de felicidad nacional bruta para medir el progreso económico y moral y promover los valores espirituales budistas. Pero el turismo, la tecnología y la globalización han tenido un gran impacto en Bután. Mientras Jurmey viaja entre su monasterio, su pueblo de montaña y la ciudad, se encuentra con bailarines de hip hop, entusiastas de los videojuegos y fanáticos de los deportes, que buscan comprender la intersección de la tradición y la cultura pop. Con la guía del director de fotografía Cat Papadimitriou, Jurmey documenta las formas en que él y su país se esfuerzan por preservar las prácticas antiguas mientras adoptan la modernidad.