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En nuestra necesidad desesperada, consumimos el mundo que nos rodea, hasta que finalmente nos consumimos a nosotros mismos, ahogándonos en nuestro propio vacío. La Señora de las Lágrimas encarna la codicia ciega; seductor pero en mal estado. Se bebe las lágrimas de los demás porque no puede derramar las suyas. Ella anhela sentir algo más que el vasto vacío que vive dentro de ella. Se siente atraída por la luz que necesita desesperadamente un respiro de su mundo oscuro. La luz de la luna la sacia momentáneamente pero el hambre regresa, como debe ser.