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Entre las fotografías familiares descoloridas, las imágenes de video antiguas y las entrevistas recopiladas a través de los años, la REUNIFICACIÓN de Alvin Tsang tiene el aspecto y la sensación de un documental que tardó décadas en producirse. Quizás requería todo ese tiempo para que Tsang procesara completamente la historia de su familia y se enfrentara a su propia educación emocionalmente turbulenta. Sin embargo, para la audiencia, ese paso del tiempo es clave para la poderosa representación de la película de la incansable reconciliación emocional. Cuando su madre y sus dos hermanos emigraron por primera vez de Hong Kong a Los Ángeles a principios de la década de 1980, Alvin, de seis años, se vio obligado a quedarse atrás con su padre, que trabajaba y, en consecuencia, estaba ausente. Pasando los siguientes tres años a menudo solo en un apartamento vacío, anhelaba la reunificación de su familia. Sin embargo, tras la llegada de Alvin y su padre a América, ese sueño se hizo añicos de manera total y permanente bajo las circunstancias que el cineasta aún no ha comprendido completamente hasta el día de hoy. La REUNIFICACIÓN es la exploración autorreflexiva de Tsang de muchos años no resueltos: poética en su narración maravillosamente articulada y en su moderación al captar cualquier apariencia de explicación. Respaldada por una puntuación dolorosamente hermosa, la película se mueve de manera caprichosa a través de diferentes canales y modos, doblando las historias laborales y las trayectorias coloniales de Hong Kong, vadeando el fango de la nostalgia, el dolor y la confusión que es su pasado. Y en su búsqueda de respuestas, Tsang enciende la cámara sobre su propia familia y le pide respuestas con cautela, pero reconoce plenamente que el único cierre que puede obtener será decidir por sí mismo cómo seguir adelante.