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Guy Maddin, quien ha sido apodado el canadiense David Lynch, es sin duda uno de los últimos Magos del cine. A pesar de vivir en medio de la era digital, este director herético proveniente de las llanuras nevadas de Canadá ha pasado 25 años transponiendo lo poco común y lo extraño a pantallas saturadas de imágenes naturalistas. Amante del cine primitivo, ha convocado astutamente las técnicas de luz y sombra y las experimentaciones de la Edad de Oro del cine para resucitar un lenguaje cinematográfico único que juega con el inconsciente del espectador mediante trucos visuales tan perturbadores como absurdos. Con el gusto de un fetichista por cada tipo de desviación psíquica, desliza descaradamente un conjunto de elementos iconográficos de su propia biografía en cada uno de sus nueve largometrajes (así como veinte buenos cortos). En una actitud tan lúdica como en las películas de Maddin, este documental sigue los experimentos mediumnísticos de este maestro de la ilusión, filmado durante el rodaje de "espíritu" que presentó en Europa.