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El Saliente, el semicírculo al norte y al este de la ciudad flamenca de Ypres, fue uno de los lugares más disputados de la Gran Guerra. No más de cinco millas de ancho, más de un millón de personas murieron o resultaron heridas en esta pequeña área durante cuatro años de amargos combates. Con el tiempo, el Saliente de Ypres llegó a simbolizar todas las descripciones escuchadas en relación con la Gran Guerra: sacrificio, coraje, honor y deber tanto como caos, matanza, calamidad y absoluta insensatez. La película está estructurada como un réquiem, apoyándose en música escrita para tal fin, en su mayoría del siglo XIX y por compositores de ambos lados de la línea. En marcado contraste con la belleza de la música, se encuentran los relatos de personas que presenciaron los horrores del Salient de primera mano. La película, por lo tanto, enfrenta lo mejor de lo que Europa ha producido jamás contra lo peor de lo absoluto. Y así la película se convierte en un réquiem no solo por los caídos, sino también por una ciudad, una época y, muy posiblemente, por la propia cordura.