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A principios de la frontera de 1800, un Pinkerton rastrea a un convicto fugitivo y le dispara sin causarle la muerte. En contra de sus órdenes de devolver al prisionero a la ley, Pinkerton ha creado un escenario lento y sádico en el que su cautivo debe enterrar tres cuerpos, cuyas identidades están ocultas. A medida que avanza la noche, se cavan las tumbas, los prisioneros comienzan a sospechar que él puede conocer los cuerpos. El Pinkerton, cada vez más abiertamente distorsionado, alude al hecho de que los cuerpos pueden ser familiares. Una vez que el prisionero deduce que lo más probable es que sean su esposa y sus 2 hijas, su mundo comienza a desmoronarse. Su inevitable muerte se acerca y en un momento de júbilo, acepta su destino y denuncia lo que valió su vida debido a los actos monstruosos que ha cometido en su tiempo. Todo lo que pide es que se le conozcan las identidades de los tres cuerpos. El Pinkerton le niega la libertad. Los cuerpos están enterrados. El Pinkerton cuelga al hombre de un árbol y se marcha.