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El director de cine Faraz está rodando una película en Berlín y les pide a sus padres que hagan un pequeño papel en ella desde su ciudad natal en Irán. Desde su sala de estar en Esfahan, los padres esperan instrucciones a través de Skype. A través de la cámara web, exploran su perspectiva única: observan a su hijo como director mientras actúan simultáneamente en su película. A medida que disminuye el interés inicial, el padre muestra una creciente duda, desilusión y crítica hacia su hijo. Su admiración se transforma en una serie de cuestionamientos constantes, una resistencia a las demandas de Faraz y recordatorios moralistas de los principios y responsabilidades que conlleva ser cineasta.