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Irene tiene 48 años y se divorcia después de 20 años. Vive con sus hijos en uno de los edificios altos del distrito Märkisches de Berlín. Su esposo ha vivido en la misma casa desde el divorcio. Aunque vive del apoyo de la oficina de bienestar social, a diferencia de su marido divorciado, no quiere considerar las limitaciones cotidianas como destino y renunciar. Ella quiere satisfacer sus necesidades además de su papel como madre y ama de casa. No menos importante para mostrar a sus hijos que uno debe tener el coraje de luchar por mejores condiciones de vida para uno mismo.