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A la pequeña Lillian Wade se le presenta un yate de juguete que inspira a su joven admirador a comentarle a Sir Thomas Lipton: "Algún día seré el mejor navegante del mundo como tú". Este parloteo infantil se hace realidad años después, porque cuando el niño se convierte en hombre, recupera la fortuna fallida de su padre construyendo el yate ganador que levanta la copa y la hipoteca que amenaza la casa de su padre.