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El conde De Grancé y su esposa tienen dos hijos degenerados. Para su hija adolescente todavía hay alguna esperanza, pues su principal vicio parece ser que devora las novelas de Emile Zola. El hijo lleva una vida disoluta en garitos, donde hace trampas en las cartas, y en clubes nocturnos donde se asocia con personajes de mala reputación y tiene una aventura con una bailarina. Una noche, el Conde ve a su hijo borracho expulsado de uno de sus lugares habituales. En casa en el castillo, el hijo le da un revólver a su padre y le ruega al Conde que le dispare porque sabe que es un podrido y no puede ni quiere cambiar su forma de vida.