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Teo hace acto de presencia y vive en el ático de Rosanella que lo ama. Hace su trabajo como siempre cuando dos caballeros le piden que pulse una campana sabiendo que en este caso en China morirá un mandarín del que se convertirá en heredero. Teo duda y luego presiona el botón. Al cabo de veinte días un notario le trae la noticia de que ha muerto un mandarín y le ha dejado mil millones de herederos. Teo inmediatamente se entrega a una loca alegría en compañía del notario hasta que recuerda el botón presionado.