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Es la tarde en el momento del solsticio de invierno. Una pequeña casa se alza sobre una colina que domina el mar interior. En el interior, un anciano yace enfermo en una cama, atendido por su hijo y su nuera. Afuera, otro hombre está sentado junto a la puerta vigilando. Abajo, en la orilla, se carga lentamente un bote con las pertenencias personales de la casa del moribundo. Una anciana espera pacientemente cerca. Después de un tiempo, el yerno y la nuera deben partir, dejando al anciano solo con sus sueños y su aliento desvaneciéndose. Su casa, contenedor de vidas y recuerdos, está cerrada y bajo llave. Poco después, el anciano reaparece en la orilla y es recibido por su esposa, que ha estado esperando su llegada. Abordan el barco que los llevará a las Islas de los Bienaventurados.