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En 1590, la Dieta de Augsburgo dictaminó que los gitanos eran engendros de Satanás y, por lo tanto, no tenían ningún derecho. El fallo permitió a los cristianos matar a los gitanos sin castigo, lo que provocó que la iglesia organizara un pequeño grupo de asesinos religiosos para llevar a cabo el trabajo sucio. Desafortunadamente, la banda de sacerdotes asesinos no fue informada de que los gitanos habían hecho un pacto de protección con un poderoso clan de hombres lobo, por lo que se desató el infierno. Cuatrocientos años después, la guerra sangrienta entre la iglesia, los gitanos y los hombres lobo continúa y depende del jefe de policía de un pequeño pueblo ponerle fin o morir en el intento.