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Inês descubre que su hermano volvió de Australia. Ella quiere ser surfista como él, así que se escapa de casa. Rafael surfea en Guincho como si quisiera morir. Ya no le importa el surf, sólo el cielo, como si lo buscara bajo el agua. Inês se da cuenta de que, a pesar de lo dicho por su madre, su hermano estuvo en un convento y que regresa. No tiene a nadie que se quede con ella en Guincho. Al regresar a casa con su madre y de regreso a la escuela, se siente perdida. Ya no puede vivir como antes. En el convento, Rafael no encuentra la paz que buscaba y sigue de este lado de Resurrección. Su madre no lo sabe, pero ella es verdaderamente la que ha llegado al límite. ¿Quizás son los límites lo que mantiene unida a una familia?