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Mi abuelo se casó en casa; él cree en Dios, por supuesto, pero fue excomulgado: era comunista. Y lo sigue siendo... Y me cuenta la historia de su vida: las batallas perdidas y ganadas, la guerra, el amor a su mujer y a la política, sus sueños, el pañuelo celeste de Gramsci y la puntualidad de Berlinguer, la los problemas de ser comunista en una provincia del sur de Italia de las más fanáticas y los enfrentamientos con las nuevas generaciones, el inevitable 'Sunset Boulevard' de su vida... Sigue contándoselo como solo un abuelo puede hacerlo a un sobrino: con cariño, intimidad, susurros de consejos, entre líneas, como si no quisiera ser notado. Cuenta todo eso y más: porque más allá de las palabras, los gestos, los silencios, las expresiones faciales, su ritmo pausado habla también. Así como se emociona durante la procesión de la patrona...