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El segundo nombre de la actriz Hélène Vincent está lejos de ser insignificante, ya que también es el de su marido.Y dado que el nombre de pila de su compañero es Jean-Pierre, es fácil adivinar qué, entre otras cualidades, atrajo a la entusiasta del teatro Hélène al reconocido director de escena Jean-Pierre.Porque el teatro siempre ha sido la pasión de Hélène Vincent.Esa es la razón por la que ha privilegiado -la mayoría de las veces- su carrera en el escenario sobre el resto de sus actividades, ya sea como actriz (para directores de escena como Patrice Chéreau, Bernard Sobel y por supuesto Jean-Pierre Vincent) o como director de escena (para obras de Strindberg, Ibsen o Shakespeare).Sin embargo, ha encontrado tiempo suficiente para una carrera televisiva sustancial, pero un poco menos para el cine, donde sus apariciones son erráticas.En este último caso, su gran oportunidad llegó en 1987 después de un par de papeles poco distinguidos (debutando en dos películas del director de cine de teatro / arte René Allio), cuando fue elegida por Étienne Chatiliez para interpretar a su personaje más famoso hasta la fecha, Marielle Le. Quesnois, una madre católica de muy buen gusto, buena y acomodada, en la hilarante y hilarante La vida es un río largo y tranquilo (1988).Su excelente actuación le valió un premio César al año siguiente y dio un impulso a su carrera cinematográfica, aunque las opciones discutibles y la prioridad dada al teatro no la han convertido en la estrella en la que podría haberse convertido.De todos modos, obtuvo otra nominación a César por su papel de Evelyne en la oscura I Don't Kiss (1991) de André Téchiné, y se destacó como la madre indigna de Albert Dupontel en su comedia basura Bernie (1996).Uno de sus mejores papeles últimamente es el de la madre manipuladora en la pequeña pero brillante comedia agridulce de Chris Vander Stappen Family Pack (2000) Alternativamente arrogante o tonta según los papeles que se le asignen, seguirá siendo Mme. Le Quesnoy para siempre en el corazón de amantes del cine.¿Y cómo podrían olvidar una línea de Life Is a Long Quiet River (1988) como "C'est lundi, c'est raviolis", tanto más cuanto que estas palabras mundanas son pronunciadas con suave incongruencia por la siempre confiable Hélène Vincent, una de las mejores actrices de personajes de Francia.