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Ben Affleck: sus premios, los síndromes, las máscaras y las flores

Spoilers

La carrera de Ben Affleck no es ordinaria, un Oscar por guión a sus veintipico cuando no había dirigido largos ni era una mega estrella (aunque ya tenía experiencia en cine y TV) y otro Oscar cuando apenas pasaba los cuarenta por el que fue su tercer largometraje: Argo. No vamos a –no podemos– decir que nunca va a ganar uno como actor, de hecho se alzó con la Copa Volpi por su papel como George Reeves en Hollywoodland, película del 2006, que giraba en torno a la confusa muerte del actor que encarnó a Superman. Este dato terminaría resultando curioso porque años mas tarde, Affleck haría de Batman. Y uno bastante particular, que tenía sus diferencias con El hombre de acero.

El tipo empezó ganando –y bien– y casi lo perdemos entre las adicciones o los malos papeles y lo terminamos redescubriendo como director. En el discurso de aquel premio por Good Will Hunting de Gus Van Sant, en la septuagésima entrega de los premios de la Academia, (si, la de los once para Titanic) se lo vio tan desordenado y sorprendido, que terminó a los gritos agradeciendo a todo el mundo incluyendo a Harvey Weinstein (precancelación) y a su propia madre que, junto con la de Mat Damon –co-guionista y actor de la película– acompañaban a sus hijos durante la ceremonia.

Nadie sabía bien que iba a pasar después, claro está, pero el tipo no volvió a escribir guiones para cine hasta casi diez años después en su primer largo: Gone baby, gone. Después de eso volvió a hacerlo, por lo general, para sus propias películas y una vez para Ridley Scott en una que acá se vió poco: The Last Duel. Affleck Viene mostrando versatilidad en la temática de sus films dado que narra hechos históricos y puras ficciones, pero también encontramos varios hilos conductores presentes a lo largo de su filmografía: personajes moralmente ambiguos, temas de lealtad y traición, adicciones y algún que otro elemento sobre el crimen, ya sea desde el punto de vista de la ley o fuera de ella. En resumen, los premios no son garantía de nada, pero es una estrella reconocida por su rol de actor, aunque para quien escribe estas palabras sea más importante del otro lado de la cámara.

Puede que Argo sea la película más interesante de Affleck por todo lo que implicaba la recreación del drama sobre un hecho histórico sensible y movilizante del que incluso hay registros y del que Estados Unidos aún no se había pronunciado desde Hollywood: la revolución iraní de 1979. Si bien se han hecho varias películas al respecto, y desde distintos países (Persépolis, Not without my daughter, etc.), resultaba interesante ver el posicionamiento del gigante de norte y su rol durante los últimos días del gobierno de Mohammad Reza Pahleví a quien apoyaron públicamente y compararlo luego de que el ayatolá Ruhollah Jomeiní se estableciera en el poder. Ahora no vamos a hablar de Argo pero sí la recomendamos enfáticamente, tampoco de la genial Air y cómo se forjó el histórico acuerdo entre M. Jordan y Nike –dense el gusto de verlas– sino de The Town, su segundo largo.

En este drama sobre crimen ocurre algo que podríamos enunciar como la inversión del “Síndrome de Estocolmo”: El captor se vincula de manera positiva con su víctima hasta enamorarse; el llamado “Síndrome de Lima” (apuesto a que este no lo sabían) es representado acá por un integrante de una banda de asaltantes, Doug MacRay (Affleck) y Claire Keesey (Rebecca Hall) una de las víctimas del golpe al banco que la banda acaba de llevar a cabo, y a quien toman de rehén para poder escapar luego de que una persona alertara a la policía durante el robo.

Como siempre decimos, algo tiene que salir mal para que esto pase a ser una historia interesante de contar y, en este caso, mientras vigilan de cerca a la sobreviviente, cupido aparece y el profesionalismo de MacRay se diluye. Empieza el vínculo entre ellos con secretos por parte de él y, como sabemos, las películas no son buenas por lo impredecible que puedan llegar a resultar sus historias, sino por otro montón de cosas y justo acá no hay muchas sorpresas: claro que Douggy va a querer abrirse y no va a poder, sea por amistades, deudas de favores o amenazas directas contra quienes son hoy lo único que le importa: novias o familiares vivos. Además el FBI va a estar cada vez más cerca de descubrir todo, dado el buen trabajo de los agentes Frawley (Jon Hamm) y Ciampa (Titus Welliver).

En esa sucesión de malas noticias se va a poner en riesgo todo, porque la verdad no tarda mucho en aparecer y su novia, ya en tema, va a dejarlo. Entonces: conflictos dentro de una banda que trabaja bien pero que deja ciertos huecos, una nueva oferta de trabajo bastante jugosa que es aceptada a regañadientes y el FBI que, a esta altura, ya tiene en la mira a los profesionales de la banda que acecha Boston.

Tiene, como decimos, recursos: Hay una escena memorable que cruza miradas entre los asaltantes armados y enmascarados como monjas y un policía en patrullero perdido por allí que es realmente buena: un par de planos y contraplanos y expresiones logradas solo moviendo el cuello durante un silencio que parece eterno. Persecuciones correctas, bien filmada y condimentos que siempre te levantan un film como tener a Chris Cooper y a Pete Postlethwaite en el reparto, en una de las últimas películas que hizo el inglés antes de que el cáncer se lo llevara.

El rodaje fue en Boston, tal vez la ciudad con mayor cantidad de irlandeses en todo el mundo por fuera del Reino Unido y alrededores; particularmente en Charlestown y sobre esto hay un trabajo específico sobre la jerga, los latiguillos y las costumbres de quienes viven allí. En algún reportaje, el propio Jeremy Renner cuenta sobre su trabajo de investigación para lograr el acento que buscaban. Su rol como James Coughlin lo mantuvo en el nivel que habíamos visto en The Hurt Locker y le valió su segunda nominación a los Oscars.

Como dijimos antes, en el cine de Affleck hay ciertos elementos recurrentes y The Town no es la excepción: Las cuestiones de lealtad son puestas en tensión constantemente en situaciones clave de la película: Doug le miente a James sobre la relación que está teniendo con Claire hasta que una escena muy bien lograda los expone a ambos. Otra situación bien resuelta ocurre durante el llamado telefónico que tiene la pareja mientras el FBI planea capturar a MacRay: entre silencios y códigos internos quedarán expuestos los deseos de ambos y la confirmación de lealtad que ya tenía tufillo a decepción y entrega. Cómo si las máscaras que usan constantemente los asaltantes tuvieran que ver con tapar la identidad de todos los personajes a pesar de tener la cara descubierta.

Madres ausentes y adicciones son retomadas aquí aunque de manera tangencial y no como habíamos visto en su primera película; del mismo modo, la relación entre Boston y el mundo del crimen que ya había filmado, continuaría años después en Live by Night (2016), ciudad originaria de la banda de los Coughlin.

Las flores aparecen con cierta frecuencia a lo largo del film: en una florería opera el jefe de la banda, Fergie Colm (Postlethwaite), que aprovecha para lavar el dinero y es arreglando las flores del jardín donde se la suele ver a Claire en su rol de voluntaria tras renunciar al banco; sumado a esto, amenazas de coronas alusivas recordando viejas promesas y planos que dejan ver floreros en los interiores de las casas. Les dejo a ustedes la tarea de vincular si las flores son para los muertos o para sentirse bien, como dice la canción, porque el final lo deja claro en relación a un próximo encuentro: de este o de otro lado.

En este humilde espacio recomendamos al Affleck director y su película; tienen más cosas de él para ver en streaming mientras esperamos su nuevo trabajo, previsto para el año que viene.

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