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Vera y el placer de los otros: el coming of age rosarino

Dirigida por Romina Tamburello y Federico Actis, Vera y el placer de los otros es, ante todo, una exploración de la sexualidad vista desde los ojos de una adolescente. El punto de vista es fundamental y recorre todo el film. Nosotros, como espectadores, vemos la película a través de Vera, que a su vez de a poco se convierte en una observadora que escucha detrás de las puertas, que empieza a conectarse con su propia sexualidad a partir del deseo ajeno.

La película, que hizo ruido en festivales internacionales como el Cine de Miami, el D'A Festival Cinema Barcelona (donde recibió el premio de la crítica), el 36º Vancouver Queer Film y el Thailand Internacional LGBTQ+ Film y TV Festival, cuenta la historia de Vera (Luciana Grasso), una adolescente que alquila un departamento de la inmobiliaria donde trabaja su madre (Inés Estevez) a otros jóvenes para que puedan tener sexo de forma clandestina.

Lo que parece una premisa simple en realidad es una exploración profunda del deseo de una joven que se encuentra en ese momento de la vida en donde la sexualidad incipiente irradia todos los terrenos de su existencia. A la vez, hay una sensación de que Vera no tiene un lugar propio en donde darle vuelo a ese deseo. No solo su habitación se está refaccionando hace tiempo, por lo que tiene que dormir en el sillón del living, sino que su madre, sin darse cuenta, entra a los lugares que ella habita sin siquiera tocar la puerta. Es como si de alguna manera ese deseo incipiente estuviese suspendido, en pausa, hasta que Vera descubre lo que le pasa con escuchar el disfrute de un otro. "El punto de la peli no está en si a Vera le gustan las mujeres o los varones sino en qué está haciendo para descubrir qué le gusta de la sexualidad, en dónde se encuentra, dónde encuentra placer. Y ella encuentra placer en escuchar a los otros y de a poco va llevando ese placer al cuerpo", dice Tamburello.

En un principio imaginamos que el plan de alquilar un departamento a escondidas tiene como objetivo el ingreso de algo de plata. Pero a medida que avanza la película, entendemos que excede completamente una cuestión económica. Vera disfruta mirando gozar a otros no solo a través de las puertas del departamento que subalquila, sino también en las calles de Rosario, en la secundaria a la que asiste. Todo lo que la rodea se convierte de alguna manera en parte de su exploración sexual.

Vera y el placer de los otros es un coming of age que oscila entre momentos de comedia, otros de tensión sexual y más que nada una mirada libre de prejuicios para observar el tránsito de una adolescente, con las rispideces que tienen lugar en su núcleo familiar y los conflictos internos que atraviesa la protagonista. Este desprejuicio no solo acompaña el camino de Vera sino también el del resto de los personajes de la película. Vera, en uno de sus subalquileres, encuentra a su madre teniendo relaciones sexuales con su compañero de trabajo. Una vez más (pero esta vez obligada) observa toda la situación encerrada en el placard, conteniendo lo que le genera ver a su madre con un hombre. Aun así, hacia el final de la película, le dice a su madre que jamás le hubiese contado a su padre acerca de la infidelidad.

Federico Actis agrega: "Intentamos no cargar ninguna escena con otro sentido más que estar acompañando de una manera luminosa, también estamos celebrando lo que ella hace o lo que puede hacer o cómo le salen las cosas. Y me parece que esa mirada también se extiende un poco a todos los personajes de la película. Todos intentan hacer lo mejor que pueden con los recursos que tienen. Y eso es un poco también a veces la vida misma. No es que existen malos o buenos, sino que las cosas van sucediendo".

Las escenas de sexo entre Vera y los personajes a los que les alquila el departamento, con los que empieza a forjar un vínculo, reflejan de manera muy fiel la sexualidad incipiente, la torpeza adolescente, la ternura, la fogosidad. Los directores contaron en una entrevista luego de la película que las escenas de sexo, al tener la importancia que tenían para la trama narrativa, fueron construidas paciente y dedicadamente con cada miembro del elenco. También grabadas en un set muy reducido, donde todas las técnicas eran mujeres. No me parece un detalle menor porque queda reflejado en el resultado final lo minucioso del proceso de trabajo.

Vera y el placer de los otros es un retrato valiente y genuino sobre el deseo de una chica adolescente que busca una vía (¿alternativa?) para encontrar qué es lo que quiere y de qué manera. Vera empieza el film teniendo relaciones sexuales con un chico con el que definitivamente no se siente conectada. La sexualidad en la adolescencia/primera juventud definitivamente tiene más preguntas que respuestas pero sin dudas la protagonista encuentra, a lo largo del desarrollo de la película, alguna claridad. Actis concluye: "La película tiene el punto de vista de Vera. Eso quiere decir que no hay nada que uno como espectador sepa por fuera de lo que sabe Vera. Nos pareció que era la forma adecuada de encarar esta historia. Ponernos en los ojos de Vera. Y eso también implicaba ponernos en los ojos de este personaje que de a poco empieza a convertirse en una voyeur que escucha detrás de las puertas, que empieza a disfrutar de encontrarse con los restos del sexo ajeno. A su vez, también necesitábamos espiarla un poco nosotros a ella. Ahí funciona el doble sentido del que ve, pero a su vez es observado. Siempre hubo un juego de cómo funcionaban esas miradas en la película".

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