undefined_peliplat

Retratos: Kinuyo Tanaka

Hace unos años, en un fin de semana dedicado al arte del Benshi (una figura de la historia del cine japonés que se dedicaba, en los principios del cine silente, a acercar las películas extranjeras al público local, ya fuera explicando los intertítulos o el mismo funcionamiento del cine, pero que fue mutando a lo largo de la historia hacia una presencia paralela, una forma de expandir el cine por fuera de la pantalla), vi una película silente de Ozu llamada Una mujer fuera de la ley de 1933. Nunca había visto esta película, ni presenciado una proyección con una Benshi, y no puedo decir que haya realmente entendido lo que pasó: la película era tan pregnante y su actriz principal tan magnética que hay un punto en el cual la Benshi desapareció de mi vista. La película terminaba con una escena terrible y un poco graciosa: la protagonista le dispara a su propio novio en la pierna para lograr que la policía los alcance y puedan entregarse. Unos años de cárcel son mejores que una vida huyendo decía ella, y esa era su lógica. Todo el mundo quedó congelado. Nadie se esperaba este final en una película de gangster: que un disparo no destruyera todo, sino que simplemente lo ralentizara, le diera una forma cercana más al sentido común que a la catástrofe. La actriz que representaba a este personaje era Kinuyo Tanaka, una de las actrices y directoras más famosas de la historia del cine japonés.

Tanaka, como una buena parte de las primeras directoras mujeres de la historia del cine, actuó primero y dirigió después. Trabajó con todos: en una de las películas más lindas del mundo, Ornamental Hairpin de Hiroshi Shimizu, o en una de las más enigmáticas, A la deriva, de Mikio Naruse, y en las películas más famosas de Mizoguchi, La vida de Oharu, Ugetsu, El intendente Sansho, o Las hermanas Munekata y Flores de equinoccio

de Ozu). Su carrera empezó en la década del 30, y se volvió tan pero tan famosa que había películas que llevaban su nombre para atraer al público: La historia de Kinuyo, Doctora Kinuyo, El primer amor de Kinuyo. Viajó por el mundo, fue enviada cultural de Japón a Estados Unidos en la postguerra y hasta viajó al Festival Internacional de Mar del Plata.

Tanaka fue la segunda mujer en hacer un largometraje en Japón (la primera fue Tazuko Sakane). Su primera película es Carta de amor, un melodrama sobre los efectos de la guerra en las mujeres (un tema que ronda casi todas sus películas: la vida material de las mujeres en ese contexto de crisis, escasez y restricción emocional que es la familia de posguerra). Una de las cosas interesantes de Carta de amor es que su protagonista es un hombre: un joven que busca trabajo en medio de la crisis de postguerra y consigue uno muy extraño: escribir cartas. Ya sea para personas que no sepan leer y escribir, para alguien que necesite una especie de empujón poético o porque son en inglés, él está ahí en un puestito de un mercado callejero recibiendo y produciendo correspondencias privadas, participando de la vida emocional y familiar de muchas personas. La mayoría de sus clientes son mujeres jóvenes que mantienen una correspondencia con soldados norteamericanos que ocuparon Japón al final de la guerra y con quienes mantienen un vínculo romántico y económico. Ellas le piden al joven que les diga palabras de amor, tristeza y pobreza. Les pide plata. Este hombre es bastante machista, y tiene ideas del honor que no funcionan bien al lado de la vida y necesidades de estas mujeres. El conflicto mayor es cuando encuentra a una mujer de la que estuvo enamorado antes de la guerra y a la que no había vuelto a ver jamás, y se da cuenta de que ella es una de las clientes del puestito de las cartas. La película está hecha por un estudio y, sin embargo, filmada en la ciudad: la vida del centro de Tokyo con sus mercados y sus estaciones de trenes repletas de gente son el escenario principal de todo el drama. También son fundamentales esas distancias entre la periferia, donde los personajes pueden pagar sus alquileres modestos, y el centro. El tren se vuelve ese lugar de primer encuentro entre los personajes porque es el que conecta todas esas puntas económicas de la ciudad.

Su segunda película es una comedia romántica mucho más liviana, escrita por Yasujirō Ozu, con el mítico Chishū Ryū en el papel del padre benevolente y un poco perdido sobre el futuro de sus hijas mujeres. La película se parece mucho a las de Ozu: circula alrededor de los prospectos de matrimonio de las hijas de un viudo, y la preocupación de las hermanas por la felicidad futura las unas de las otras, de esas tensiones en este caso livianas entre la posible felicidad y el deber.

Su tercera película es quizás la más famosa de todas: Pechos Eternos. Basada en la vida de una poeta real, Fumiko Nakajo, la película cuenta la historia de una mujer muy compleja, madre de dos hijos, casada con un tipejo que la engaña con otra, enamorada de uno de sus compañeros del colectivo de poetas del que forma parte, un hombre bueno que muere repentinamente. Pero sobre todo, cuenta la historia de su enfermedad, un cáncer de pecho que la ataca con una virulencia tremenda, y el cambio de vida y percepción que este proceso trae a esta mujer: como cambia su escritura, su relación con los otros, con el deber, con el espacio, la naturaleza, sus hijos, el amor y la idea de posteridad. Es una película que ingresa a todos los rincones de la existencia de esta mujer, a toda la complejidad de sus vínculos, de una forma que logra incorporar los fragmentos de su poesía y hacerlos conversar con las ideas de puesta en escena de Tanaka. Es una conversación entre una poeta muerta y una cineasta viva, a fuerza de claroscuros, movimientos de cámara, gestos, configuración de espacios. Es también una película desgarradora sobre algo que existe poco en la historia del cine, y en el cine en sí: la caída de un cuerpo, su transformación involuntaria, los efectos de su mutilación. No tengo pechos, ¿de qué puedo escribir? dice Fumiko en una escena, y es una idea que circula en toda la película, antes y después de enunciada, esa sensación de que la incompleta (por una operación, por sin marido, por estar enamorada de otro, por mujer, por engañada, por lo que sea) no puede hablar.

Su anteúltima película, Chicas de la noche, circula por un espacio similar: un grupo de ex trabajadoras sexuales que tienen que intentar sobrevivir después de que el Estado promueva una serie de leyes anti-prostitución. Mujeres que comenzaron a trabajar durante la guerra, y que se ven completamente desprotegidas primero por el conflicto y después por el estado queriendo reconfigurar. Mujeres que tienen una economía muy particular, muy precaria e invisible, que tienen que reconfigurar su vida buscando otros trabajos en un mundo que las rechaza por haber trabajado en la calle. Chicas de la noche tiene una escena que condensa muchas de las complejidades del cine de Kinuyo Tanaka, películas en las cuales las cosas se van moviendo sin que nos demos cuenta de un lugar a otro completamente inesperado, cuando los detalles del espacio y las condiciones materiales de quienes lo habitan se funden en un giro total del tono de la escena. Una de las protagonistas camina por la calle y un grupo de chicos comienza a seguirla y a acosarla. Caminan por uno de los muchos canales que hay en Tokyo, oscuros y húmedos en medio de una ciudad en constante reconstrucción. Los hombres se vuelven cada vez más amenazantes y la chica, harta, los enfrenta: les dice que si quieren estar con ella tienen que pagar cada uno lo que cuesta, y que decidan quién va primero. Los hombres quedan aturdidos ante la reconfiguración de una situación que, probablemente, iba a terminar en una violación. Ella cambia los términos del contrato, y ellos salen corriendo. Expone lo que sucede con ellos y ellas en ese lugar oscuro y, al hacerlo visible, se rompe.

Más populares
Más recientes
comments

¡Comparte lo que piensas!

Sé la primera persona en comenzar una conversación.

3
comment
2
favorite
1
share
report