Si les soy sincero, este no es el tipo de películas que acostumbro ver. Las cintas que, tomando un fragmento de la dura realidad, representan las turbulentas cotidianeidades en un entorno urbano repleto de violencia, pobreza, desigualdad social y desesperanza. Cuando me topo con productos audiovisuales así, principalmente se debe a motivos académicos o de análisis sociocultural. Pero, al mismo tiempo, considero necesario darme el tiempo para ellas. Aunque me apene pensar en esos temas, hay que reconocer el lado oscuro de la humanidad. Es importante discernir si nuestra moralidad y percepción del mundo van encaminadas correctamente, en plan de que siempre seamos respetuosos con la dignidad del prójimo.
Existe un amplio catálogo de películas sobre los flagelos en las sociedades desiguales. Por ejemplo, hace poco vi “Pizza, Birra, Faso” (Argentina, 1997), enfocada en reflejar una situación de decadencia y delincuencia en un grupo de jóvenes cuya meta es conseguir dinero para sobrevivir. Por otra parte, está “Los Olvidados” (México, 1950), un cruel relato acerca del prepotente crimen adolescente, que culmina con una amarga moraleja de que cualquiera es capaz de apuñalar a la espalda con tal de salvarse a sí mismo. O por el lado de mi patria, recuerdo con mucha pena “Canción sin nombre” (Perú, 2019), donde la injusticia que desencadena la historia se ve interrumpida por un sistema ineficiente lleno de corrupción capaz de consumir todas las esferas de poder, así como tener a los escasos halos de bondad humana entre la espada y la pared. Incluso, vemos temas similares en casos más conocidos, como en la cinta “Ciudad de Dios” (Brasil, 2002), que este año estrenó su secuela en formato de serie mediante MAX; también, en la galardonada “Parásitos” (Corea del Sur, 2019). Y hay muchas más.
Pues, en mi experiencia la mayoría de esas películas que he visto de este tipo han sido basadas en vivencias latinoamericanas. A pesar de que me cueste emocionalmente, al mismo tiempo sé que prefiero plantearme el panorama completo de las cosas. A veces toca aceptar lo malo, lo horrible. Porque la búsqueda de la verdad hace a uno más consciente de todo a su alrededor, ofreciéndole una visión más clara de lo que desea hacer a futuro con su vida.
En esta ocasión, quería platicar un poco acerca de una de estas historias, ambientada en los suburbios de París (Francia) en la década de los 90, con un enfoque hacia la VENGANZA, como parte involuntaria del día a día, frente las injusticias sociales. Esa película se llama “LA HAINE” (El Odio) de 1995, dirigida y escrita por Mathieu Kassovitz.
“No importa la caída, sino cómo aterrizas… Hasta ahora todo va bien"
- Lema de la película
¿Has oído hablar del “gueto”? Derivado del término italiano ghetto, se refiere a un barrio o zona en que vive aislada una minoría, normalmente marginada del resto de la ciudad. En Francia, durante los años 60, se crearon suburbios en las periferias de grandes ciudades francesas. Lugares apartados y mal comunicados, fueron hechos para concentrar a la población obrera (mayoritariamente inmigrantes africanos), que con el paso de las décadas también se convirtió en el hogar de sus hijos y nietos. Zonas con alta tasa de delincuencia y pobreza. Estos barrios de Francia adquierieron el término “banlieues”.
¿De qué trata?
Según he investigado, “LA HAINE” se ha convertido en uno de los primeros casos en retratar esta cruel realidad. En esta película, somos testigos de un vistazo de 24 horas a la rutina de tres jóvenes en uno de estos suburbios en París (Francia). Literalmente, la historia es 1 DÍA completo de la vida de Saïd (Saïd Taghmaoui), Vinz (Vincent Cassel) y Hubert (Hubert Koundé). Breve paréntesis: el detalle de que los personajes se llamen tal cual sus respectivos actores hace a la cinta más íntima y personal.
El día acontece después de una revuelta en la que VINZ participó, en respuesta ante un acto de brutalidad policial hacia su amigo ABDEL (a quien curiosamente nunca vemos aparecer explícitamente en pantalla). Junto a un reloj en escena recordándonos paulatinamente la hora, seremos testigos de sus conocidos, contactos, fechorías y maneras de ocio que acostumbran este trío de marginados.
Pero en medio de todo esto, VINZ está en la incertidumbre, pues no sabe si ABDEL sobrevivirá. Es más, la policía le impide verlo en el hospital por “cuestiones legales”. Divagando junto a SAÏD y HUBERT, les revela que ha robado una pistola de algún oficial de policía durante aquella protesta. Su postura clara: si ABDEL muerte, matará a un policía, a cualquiera ("ojo por ojo, diente por diente").
Una decisión que sus amigos desaprueban. En especial HUBERT, quien actúa como el lado más racional frente a la criminalidad. Por eso, tiene demasiadas fricciones con VINZ, quien es más agresivo e impulsivo acorde a sus emociones, que en su mayoría son rencor y frustración con el mundo. En cambio, SAÏD intenta ser el mediador en el problema, representando el lado más pasivo e inocente frente a las adversidades.
Este conflicto se mezcla con sus actos triviales y delictivos, mientras se meten en problemas con la policía. Todo se oscurece todavía más cuando ven un reportaje de las noticias que confirma la muerte de ABDEL. VINZ sabe lo que tiene que hacer. Sin embargo, cerca al clímax de la cinta, los tres amigos son asechados por una pandilla, pero logran espantarlos y someten a uno de ellos. Cuando VINZ por fin tiene la oportunidad de matar a un desgraciado, se da cuenta de que es incapaz de hacerlo, aunque sea por venganza. Así que lo deja ir.
A punto de completar el tramo de 24 horas, los tres siguen caminando en la intemperie. VINZ le entrega su arma a HUBERT, habiendo aprendido una lección. Los tres toman caminos separados para volver a casa, porque tienen sus propias vidas y familias.
Pero, desafortunadamente, pocos segundos luego de separarse, VINZ y SAÏD son encontrados por un policía de quien se burlaron ayer y tiene sed de venganza. HUBERT corre hacia ellos tras escuchar el escándalo, pero el oficial tiene la VINZ con la pistola en la cabeza. Aunque intenten razonar con él, al oficial abusivo se le escapa un tiro, asesinando a VINZ por error.
Ante esta horrorosidad, Hubert comprende la postura previa de su amigo caído… y la ejecuta. HUBERT le apunta al policía con la pistola que le acababan de confiar. El oficial le responde haciendo lo mismo. Enfrentándose cara a cara, SAÏD no puede hacer más que observar este turbio escenario, que funge como una representación contenida de qué tan bajo ha caído su ciudad. La cinta culmina con un corte a negro en la pantalla. Se oye un disparo, pero el destino de ellos queda incierto.
Reflexiones
“LA HAINE” retrata una monotonía acostumbrada, podrida, sombría y carente de esperanza, potenciado por una paleta en blanco y negro que retrata esa cotidianeidad carente de vida. Todos en el barrio quedan atrapados en este abismo sin salida, con un futuro tan incierto como varios factores en la historia. Nunca vemos a Abdel, para sentir mayor repudio hacia un sistema legal insensible: que no te permitan visitar a un ser querido es de lo peor. Tampoco tenemos claro qué pasó con todos al final. Pues, el punto es retratar el caos que la violencia y el odio generan en una comunidad. En la vida real, así como en la película, no tenemos todas las respuestas, pero SÍ sabemos que es inhumano cometer actos de discordia, creyendo que sembrarán menos discordia.
La violencia desmedida no podrá ser solucionada con más violencia. La venganza no romperá el círculo vicioso de desigualdad, resentimiento o falta de justicia. Todo lo contrario. La venganza no solo mata el alma y la envenena, sino que corroe en toda una sociedad.
La frase recurrente en la película es: “No importa la caída, sino cómo aterrizas… Hasta ahora todo va bien". Trata sobre una caída. Un declive en un mundo de indiferencia y violencia. Sin propósito. Divagando, carentes de rumbo. Donde solo importa si aterrizas. Si logras sobrevivir un poco más. Eso no es nada más que un consuelo vacío, que funge como un disque-motivo de celebración. Pues cuando lo consigues, te enfrentarás a una otra nueva caída. Pero si sigues con vida… se supone que por ahora todo va bien (¿o no?).
Es un ciclo de supervivencia sin sentido, pero tan arraigado en ciertas culturas que se convierte en una decadencia tomada como normalidad. Ahora, en el presente, como seres humanos, toca ser más cautos en cómo participamos en nuestra comunidad. Muchas gracias por haber llegado hasta aquí. Les deseo mucha prosperidad y tranquilidad en sus vidas.
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