The Wild Robot (2024) es la más reciente apuesta de DreamWorks Animation y la película que confirma, de una vez por todas, el buen momento que atraviesa el estudio de animación.
Chris Sanders, habitual colaborador de DreamWorks y reconocido por haber dirigido cintas aclamadas como Lilo & Stitch (2002) y Cómo entrenar a tu dragón (2010), regresa a la animación tras su tropiezo con el live-action The Call of the Wild (2020). En esta nueva obra, lo hace de manera espectacular, entregando una película alocada y emotiva que, sobre todo, destaca a nivel comercial, atrayendo a más de 25 mil espectadores en su semana de estreno en territorios como Perú.
La historia sigue a Roz, una robot inteligente que, tras caer accidentalmente en un bosque, debe aprender a convivir con los animales salvajes, quienes inicialmente la temen por su apariencia desconocida. En su intento de descubrir su propósito en este nuevo entorno, Roz termina haciéndose responsable de un ganso al que llama Brillo.
A pesar de estar catalogada como "infantil", Robot Salvaje es capaz de entretener a un público amplio gracias a su mensaje universal sobre el amor, presentado desde una perspectiva maternal y —aunque la trama evita complejidades profundas— encuentra espacio para reflexionar sobre el propósito de la tecnología y el papel de la naturaleza en el mundo. Todo esto acompañado de una animación sobresaliente, en línea con producciones recientes del estudio como The Bad Guys (2022) y El Gato con Botas: El último deseo (2022).
Curiosamente, el estilo de animación no fue una elección inicial de Sanders, sino que surgió tras ver los primeros bocetos, ya que consideró que de esta forma se capturaría mejor la emotividad del libro en el que se basa la película. Otro aspecto destacado por el director es que, a diferencia de cintas anteriores del estudio protagonizadas por animales, como Madagascar (2005) o Vecinos invasores (2006), aquí los animales no son antropomórficos, lo que busca otorgarles un rol más realista.
Entre los detalles notables, sobresale la ingeniosa forma en que el pie de Roz es reemplazado por un tronco de madera, un recurso visual que recuerda al utilizado por Sanders en Cómo entrenar a tu dragón (2010), sobre todo en escenas donde Roz se estrella mientras protege a Brillo.
La película subraya cómo un entorno hostil puede transformarse mediante la cooperación y la búsqueda del bienestar común. Además, resalta positivamente el valor de la independencia en distintas etapas de la vida. Sin embargo, no todo son aciertos. A nivel narrativo, los personajes secundarios carecen del carisma del trío protagonista y sus roles no siempre son coherentes; por ejemplo, los animales del bosque al principio temen a Roz, pero rápidamente se familiarizan con ella e incluso abusan de su presencia. También, la introducción de personajes como el águila que enseña a volar a Brillo y Gansabio se siente forzada, ya que, si los gansos no interactuaban con el robot, es poco creíble que este personaje sea la excepción y además actúe amablemente.
El tercer acto no es la excepción —se siente algo predecible— con la inclusión forzada de un villano para la resolución. El doblaje latino infantil, predominante en los diálogos, resulta repetitivo y, en ocasiones, deficiente. Aunque esto es comprensible, una mayor variedad habría sido beneficiosa. Tampoco sentí necesario el momento musical, el cual sentí genérico.
No obstante, la emotividad con la que se desarrolla la historia permite pasar por alto estos detalles, culminando en un cierre que deja abierta la puerta para una ya confirmada secuela. En conclusión, a pesar de tener ciertas similitudes con historias como El gigante de hierro (1999), El Robot Salvaje brilla por mérito propio, gracias a su gran corazón.
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