El marco es la Guerra Civil Española, la disputa es interna, la República se hiere a sí misma de muerte.
Es el POUM, es la CNT, es el PCE. ¿Quién es el enemigo? El bando golpista lo es, pero no lo parece. Aparece poco; asoma indemne. A Ken Loach le interesa otro aspecto del conflicto.
Las rencillas internas de las izquierdas llegan incluso a contraponer hasta matarse a quienes tiempo antes pudieron haber combatido juntos en pos de la misma causa. Barcelona será el escenario principal de este “fuego amigo”. Y todo parece un gran sinsentido, y todo resulta desesperante: rabia, ira, frustración, tristeza, dolor, mucho dolor. Desazón y desesperanza ganando la batalla.
Siglas que supieron ser aliadas, que pudieron ser aliadas, que debieron ser aliadas: POUM, Partido Obrero de Unificación Marxista; CNT, Confederación Nacional del Trabajo; PCE, Partido Comunista de España. Habría más, sé que simplifico, pero son las que demandan más atención dentro del filme. Y esto es cine, no es Historia; yo mismo me lo digo.
Hay quienes han visto en Tierra y libertad las huellas de Homenaje a Cataluña (1938), la obra autobiográfica de George Orwell -el escritor inglés de las afamadas Rebelión en la granja y 1984, por ejemplo-, en la que relata su experiencia como integrante de las milicias del POUM, desde unos meses después del inicio de la guerra (1936) hasta que fuera declarada como organización ilegal por parte de las fuerzas republicanas del PCE (1937), hecho que lo lleva a temer por su vida y a abandonar el país al que había llegado a luchar contra la embestida fascista.
Los créditos del filme no establecen esta referencia, ni siquiera mencionan una posible inspiración; sin embargo, para los conocedores y estudiosos en la materia esto no presenta duda alguna. Consultado al respecto, Loach finalmente reconoció el haberse inspirado en la novela, pero señalándola como una más de sus tantas fuentes de consulta, sin otorgarle un lugar de privilegio en la construcción de su relato; algo que para otros es muy notorio.
Más allá de esto, lo cierto es que -al igual que sucedió con Orwell- un inglés, proveniente de la ciudad de Liverpool, se suma a las filas defensoras de la Segunda República. Es un desocupado, y ante el llamado de la solidaridad no duda en responder. Se integra, sin tenerlo previsto, a las filas de las tropas del POUM, aun siendo afiliado al Partido Comunista británico (el POUM es también un partido marxista, pero de inspiración trotskista; a diferencia del Partido Comunista, es antiestalinista). Allí participará en los frentes de Aragón y Cataluña. Su periplo lo llevará desde el aburrimiento de los primeros tiempos, aferrado a trincheras que no necesitan de nuevas excavaciones y parecen eternizarse, hasta la furia y la tristeza infinita de la disolución de su fuerza de combate, bajo órden de entrega de las armas y amenaza de muerte en caso contrario, por quienes debían combatir a su lado, pasando por la euforia de la participación en procesos de colectivización de la tierra, por el desconcierto de las luchas intestino-fratricidas y por el doloroso sinsabor de experimentar el amor trágico.
Ken Loach (Agenda secreta, Como caídos del cielo, Dulces dieciséis, Solo un beso, El viento que acaricia el prado, En un mundo libre..., Yo, Daniel Blake, El último pub, muchas más), nacido en 1936, al igual que la Guerra Civil Española -un mes antes del Golpe de Estado-, no nos sumerge directamente en la época, como en una película netamente histórica, lo que hace es un ejercicio de memoria. A partir de la muerte de David Carr (Ian Hart), este inglés que participó de la lucha revolucionaria contra el fascismo, su nieta comenzará a hurgar en sus papeles; esto la conducirá a reconstruir ese segmento de su peripecia vital a través de los recortes de prensa que su abuelo guardara, las cartas enviadas a su novia -su abuela- desde el frente, las fotos que trajera consigo, los afiches, los panfletos... la tierra envuelta en un pañuelo rojo...
Será esa visión la que Loach recreará, con todas las virtudes y defectos que tiene la memoria: recuerdos, olvidos, omisiones -voluntarias e involuntarias-. Loach lo dejará claro desde el comienzo mismo del filme, cuando imprima en pantalla el subtítulo de su obra: “Una historia de la Revolución Española”. De todos modos, ello no impedirá que Loach asuma claramente una postura antiestalinista a través de su filme y asocie aquella conducta exclusivista de la Unión Soviética (principal proveedor de armas y suministros del Frente Popular) y del Partido Comunista de España -su brazo ejecutor en aquellas tierras- con el más llano fascismo.
La memoria colectiva es sin dudas una construcción que busca conectar generaciones, busca conectar pasado y presente, pensando en el futuro. Este ejercicio emprendido por Loach, también le permitirá reivindicar la vigencia de sus preocupaciones y sus postulados en torno a la/ izquierda/s, a lo necesario de su unidad y a la esperanza que aún representa en términos revolucionarios, pensando en el cambio social largamente anhelado. Su mensaje permanece intacto y hay nuevas generaciones que pueden asumir la bandera con orgullo y compromiso, parece decirnos. Otro mañana es posible; Loach sostiene la tozuda esperanza. A casi 30 años de su estreno, y luego de haber visto su última realización, El último pub, me animo a sostener que Loach no ha trocado sus ideas. Afortunadamente, sigue creyendo en el ser humano.
Podría decir que Loach es de los pocos cineastas románticos que sobreviven. Su idealismo es tal que por momentos peca de didactismo o de maniqueísmo. Sin embargo, su cine ¡es tan necesario! Su cámara siempre está a la altura de sus personajes. Ellos viven, él los acompaña; ellos toman decisiones, aciertan, se equivocan, Loach no los juzga. Loach juzga al sistema en el que están/estamos insertos, el sistema que habitamos, y a sus 88 años todavía pretende cambiarlo: siempre desde el amor, nunca desde el resentimiento.
¿Se puede hacer una revolución sin amor? Por supuesto que no. Es ese amor el que será traicionado en Tierra y libertad: el amor por los oprimidos, por los menos privilegiados, por los pobres, los sojuzgados. Es ese amor el que traicionará el Partido Comunista al atacar a anarquistas y trotskistas; el amor que busca que todos seamos iguales, el amor por la tierra y el justo reparto, el amor fraternal de la colectivización; el amor por la revolución y la libertad con el que la CNT y el POUM formaron sus milicias para defender la República, el amor por el mundo con el que llegaron los brigadistas de todas partes a sumarse a sus filas: alemanes, italianos, ingleses, estadounidenses, irlandeses...; el amor por el otro al que el fascismo aplastaría.
Y Loach lo muestra con la inmediatez y la urgencia de la hora, torna vívidos los hechos, nos hace sentir cercanos. Su registro de la realidad presenta un tono de documental verista, incluso en la mezcla de actores profesionales con habitantes de los lugares establecidos como locaciones, que toman la palabra y se atreven a la improvisación; incluso en la incorporación de los diversos idiomas que portan esos revolucionarios internacionales -otra señal de respeto-. El nervio de la cámara nos hace palpitar los acontecimientos, las asambleas; sus planos medios y la alternancia constante de tomas breves; la superposición de voces, la búsqueda -como si de la mirada de un participante se tratara- de la persona que toma la palabra, rastreando la procedencia del sonido, como si no supiéramos quién intervendrá en cada momento. Recursos que le otorgan verosimilitud a la ficción y nos hacen parte de los acontecimientos. Los planos cortos acompañarán la intimidad de esos seres, algo difícil de lograr en esas circunstancias.
Tierra y libertad es un filme pletórico de pasión, por ello es un filme poderoso. Tal vez el humor costumbrista que busca en ocasiones no sea lo más logrado. Pero Tierra y libertad nos toma de la mano y nos mueve por todas sus emociones, haciéndonos vivir paso a paso el crescendo dramático que propone, desde el juego de niños que todo parece al comienzo, sin la consciencia de lo que está en juego, cargado de bromas, caprichos adolescentes, desilusiones que no parecen condecir con la trascendencia de los acontecimientos, enfados tontos, hasta el más grande sinsentido de la izquierda luchando contra la izquierda, el caos de la secuencia final y la honda amargura por los sueños rotos y los ideales traicionados, llegando a un clímax que se torna desesperante. Será el breve epílogo el que recomponga un poco los ánimos.
En medio de todo ello, tendremos tiempo para reflexionar en torno al valor de lo ideológico y su utilidad al momento del combate, para analizar si determinados procesos revolucionarios deben esperar hasta ganar la guerra para activarse, para contraponer teoría y praxis revolucionaria, para pensar acerca de la necesidad de moderar la revolución para no ahuyentar posibles aliados, para calibrar el rol que cada facción otorgó a las mujeres y el papel que ocuparon en el proceso revolucionario... Tierra y libertad también nos dará tiempo para pensarnos a nosotros mismos y evaluar dónde estamos parados hoy con nuestras ideas, qué mundo quisiéramos construir y qué estamos haciendo para lograrlo. Nada más y nada menos.
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Ficha técnica
Título original: Land and freedom
Reino Unido/Francia/Italia/Alemania/España/EE.UU., 1995, 109 min.
Dirección: Ken Loach
Producción: Rebecca O'Brien
Guion: Jim Allen
Fotografía: Barry Ackroyd
Música: George Fenton
Edición: Jonathan Morris
Elenco: Ian Hart (David Carr), Rosana Pastor (Blanca), Icíar Bollaín (Maite), Tom Gilroy (Lawrence), Marc Martínez (Juan Vidal), Frédéric Pierrot (Bernard Goujon), Eoin McCarthy (Connor Coogan), Suzanne Maddock (Kim, la nieta)
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