- Disponible en Netflix
¿Es la naturaleza del humano ser dañino? Es la pregunta que rodea la serie.
En un mundo miles de años en el futuro gobernado por robots, solo existe una niña, Sara Grace, a la cual buscan para deshacerse de ella. ¿El motivo? Los humanos somos malos, violentos y destruimos todo lo que está a nuestro paso; es nuestra naturaleza, por lo tanto, somos peligrosos. ¿Es realmente lo que somos? Parece serlo. En ese universo arruinamos el planeta, por algún motivo ya no estamos habitándolo y gracias a los robots este volvió a florecer. Pero hay un exponente en la ecuación “humano=destrucción” que no coincide, Sara Grace. Ella, como la única humana, es criada por un grupo de robots rebeldes que deciden protegerla de los líderes, estando en contra de su pensamiento radical hacia el humano; porque Sara no es mala, ella los arregla, los hace reír, les sonríe. Si Sara no es mala y es la única humana que alguna vez conocieron, significa que el humano no es malo.
No es una serie moralista, no intenta elevar a las personas.
La forma en la que Sara interactúa con el mundo es con inocencia, sin segundas intenciones, dejándose llevar por la curiosidad y el anhelo. Da tanto como recibe sin pensar en lo que obtendrá a cambio. Tiene el alma de un niño que no ha conocido la maldad, ser curiosa en una realidad en donde esperan por cazarla y hacerla desaparecer es su único pecar.La figura de niña a la hora de hablar sobre la maldad o bondad del humano es un recurso super utilizado, pero por algún motivo funciona demasiado bien, no falla. Según Tinkerbell la risa de un niño crea un hada. Antes de la tragedia del protagonista se muestra su niñez y lo feliz y puro que era. Cuando vemos a alguien disfrutar de pequeños detalles de la vida, se dice «son como niños». Una persona que carece de maldad es como un niño, alguien inocente es un niño, alguien bueno es un niño. ¿El humano, la esencia humana, es realmente destructivo o se olvidó de cómo ser un niño? Edén no responde de manera directa, pero implícitamente lo hace.
Cuando los robots la recuerdan a Sara en los momentos de más tensión, lo hacen reproduciendo memorias de su niñez, de los momentos más descontracturados y puros. La forma en la que ella se relaciona es como una familia: mamá, papá, tíos; amándolos caprichosamente y enfurece sin poder gestionar sus emociones (como lo haría una niña) ante circunstancias estresantes. Cuando todo parece perdido, lo que salva a la trama son reminiscencias de relación padre-hija; al encontrar la luz a través del dramatismo oscuro, es la imagen de un bebe lo primero que aparece.
Parece que la respuesta ante la pregunta es: el humano no es dañino, solo se olvida de vivir como un niño.
En mi opinión personal, la raza humana no es mala, las circunstancias lo llevan a generar daños, aunque no nos excusa de hacer lo que hacemos.
Lo que más destaco es cómo en cuatro capítulos de tan solo 25 minutos logra provocar tantas cosas. Son cien minutos, incluso menos, donde la angustia, felicidad e intriga gobiernan los sentidos. En los últimos dos capítulos lloré, lloré ante la crudeza y las reacciones de Sara, y en los primeros dos me reí y disfruté de decir «qué sencilla es la vida y gozar de ella sin muchos lujos».
A niveles técnicos, la serie es hecha a través de CGI. No soy gran fanática de esta técnica, como ya he mencionado a lo largo de las distintas entregas, intento evitarlo, pero en este caso la historia me conquistó. No es gran cosa la animación, nada destacable, el diseño de personajes es sencillo; sin embargo, sirve a las necesidades. En la historia hay algunas cosas que para el final todavía no tienen respuestas.
Lo relevante de Edén es la forma en la que relata los hechos, con una simpleza que hechiza y una sinceridad que acuchillan el alma y la hacen brillar.
Debo admitir que la protagonista me recuerda a Nausicaä de Nausicaä del Valle del Viento. Por aspectos físicos obvios y un poco en su forma de ser. Según leí, un poco se inspiraron de ella al crearla.
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