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Príncipe Zuko- El fuego es destrucción… y vida

Spoilers

Cuando hablo de Avatar no suelo referirme a la creciente saga de James Cameron sino al niño monje calvo, maestro del aire-control que tiene la gran misión de vencer a la nación del fuego y así devolver el equilibrio al mundo con ayuda de sus amigos. Avatar la leyenda de Aang es una obra de arte que vio luz en Nickelodeon en el año 2005 que de la mano de Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, seguramente ha marcado la infancia de muchos de nosotros manteniendo hasta hoy en día el fervor por la serie e incluso ha levantado una nueva generación de seguidores con la recién lanzada versión live action de Netflix y el anuncio de próximos proyectos que expandirán el universo Avatar. En fin, tendremos Avatar para rato.

Lo que para mí hace especial a Avatar, es que, a pesar de ser una serie de animación dirigida especialmente a niños y adolescentes, No carece de profundidad en sus personajes, contexto y argumento, sino que, desde la fantasía, eventos que en esencia son cotidianos y un poco de humor abre el compás para el entendimiento de la naturaleza humana. Así, al tocar las fibras del Ser humano, nos encontramos con virtudes como: la paciencia, la amistad, la humildad, la valentía, el amor… Avatar la leyenda de Aang es experta en llevar al espectador a la reflexión en cada episodio en torno a estos valores; sin embargo, no todo es luz, esperanza y crecimiento personal. Y es que esta historia no puede estar completa sin su contraparte, su lado oscuro, desolado y amargo que también representa la experiencia humana. Entonces, es desde los ojos del personaje del Príncipe Zuko (príncipe exiliado de la Nación del Fuego), que ve el mundo a través de su cicatriz, que terminamos de comprender al ser humano en su dualidad. Decidí enfocarme en este personaje ya que transita por el calvario que puede ser el encontrarse a Sí mismo, a su verdadero Yo.

No todo villano nace siendo malo, sus experiencias, relaciones y el entorno condicionan su percepción del mundo, por tanto, eligen el camino que creen llevarlos a la felicidad, al honor, al éxito o a construir su realidad ideal. Este es el caso de Zuko, cuya infancia quedó marcada por la humillación y exilio por parte de su propio padre El Señor del Fuego Ozai quien además marcó al príncipe con su icónica cicatriz en el rostro después de un combate. A esta serie de eventos se anexa la pérdida de su madre, figura de refugio y amor incondicional dejando a Zuko esclavo del destino trazado por su padre, destino que era capturar al Avatar y sólo así restaurar su honor. Durante la persecución se encuentra con tropiezos, fracasos y decepciones que lo llevan a dudar de su propósito en la vida. Esta vacilación es aprovechada por su hermana Azula, persuadiéndolo para continuar con su camino de “redención” llevándolo a ahogarse en su propio orgullo y traicionar a la única persona que realmente lo amaba, el tío Iroh y así recuperar el respeto de su padre. Es en esta etapa de aparente realización donde el príncipe se hace la pregunta: ¿Quién soy yo?, ¿por qué sigo sin estar satisfecho? Ahora, Zuko no es el mismo, ese colérico príncipe se ha convertido en una persona más paciente, más dócil, más sabia y vivido en carne propia la realidad las naciones “enemigas” y la ha contrastado con ese mundo prometido que su propia nación le ha querido inculcar. Es el momento de elegir entre “quién quiero ser” y “quién soy yo”.

Ya tomada la decisión de ayudar a su antiguo enemigo, el Avatar, Zuko emprende su propio viaje de redención para restaurar las vidas que su nación había desgraciado. En el proceso ha descubierto que él mismo es más de lo que otros le hicieron creer. Ya el fuego no es sinónimo de poder y destrucción, sino de calidez y vida. El príncipe es claramente un elemento esencial en la obra desde el primer episodio hasta el final ya que su proceso de madurez acontece a la par con la del protagonista (el Avatar Aang) y podemos ver como ambos relatos se conjugan para crear una nueva y mejor versión de sí mismos.

Me quedo corto en mi reflexión sobre el príncipe Zuko, creo que hay mucho más que decir. Y es que este personaje, durante su fase de villano (aunque no el principal), me hace reflexionar sobre cómo la conducta de las personas buenas y malas están motivadas por fuerzas internas, desconocidas, incluso contradictorias y que es mediante la relación con el otro que terminamos de construir y enriquecer nuestra identidad y así hallar nuestro propósito en la vida.

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