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La Elipsis imposible.

El pensamiento simbólico se puede rastrear muy atrás en el tiempo, más allá de la última glaciación, hasta los homínidos que no fuimos nosotros o, que seriamos nosotros, ramas igualmente avanzadas sobre las que triunfo el más reciente, el sapiens, no el idaltu o neanderthalensis, sino el sapiens sapiens; si la historia no la podemos entender viéndola desde el positivismo lineal, mucho menos el arte, el corsi e recorsi es en ocasiones milenario; recuerdo que, de las 2 secuencias de primates mostradas en 2001: Odisea del espacio de Stanley Kubrick, en una hay una elipsis de miles, quizá millones de años que no he visto en alguna otra obra de la historia del arte, cuando uno de los simios arroja el hueso-arma al aire y este sigue su viaje empalmando en una disolvencia con el movimiento continuado hasta transformarse en un satélite espacial circunnavegando entre La Tierra y su satélite natural, La Luna.

Luego conoceremos en el Discovery a ese gran hermano de ojo rojo ineludible, ni más ni menos que HAL 9000 quien se considerará un ser vivió e inteligente con la consciencia de tener miedo a “morir” y en consecuencia se tiene que comportar como el primate que lo creó, asesinando, complotando y subsistiendo cual un gen egoísta.

Además recordemos que hay un Menhir (una roca prehistórica en mayor o menor grado labrada y, megalítica o pequeña) en esta obra, en las academias de arquitectura consideran los inicios de esta (la arquitectura) a partir del hombre sedentario y las ciudades estado pero, una roca, por menos elaborada que sea, puesta en el paisaje es ya en sí misma una intervención, las hay solas en el yermo o comunicadas a millas de distancia con otras, así como grupos importantes en un mismo sitio, ahora para nosotros, lugar arqueológico; sería bueno para cualquier cinéfilo serio leer a Arthur C. Clarke y su filosofía limpia, contundente, sin grandilocuencias ni batallas extremas exageradas y releer sus 3 leyes para retomar el origen de dicho filme, la tercera cito: “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia” y, regresando a la arquitectura y los caminos creados con cánticos por el aborigen australiano que son, cartografías sin duda, trazos de la humanidad que resuenan en el tiempo mejor que cualquier soundtrack, pero insertos en ese momento iluminando la psique que los hizo posibles, con milenios de anticipación a los trazos efímeros que dejaron los dadaístas en su paso por la hierba; el mundo subjetivo se entrelaza imposible con la realidad contingente, bástenos ver en el arte prehistórico, perspectivas, puntos de fuga, relieves, técnicas de iluminación de diversos aceites que no debían ahumar las cavernas, tecnologías de pasteles y oleos, andamios y alimentos del cuerpo para los artistas y por si fuera poco, grandes formas animales naturales y simbólicas, sintéticas y proyectadas, algunas de una sola línea a mano alzada y otras con múltiples patas trazadas que, al entrar en las cavernas con la luz vacilante del fuego son créelo ¡Fotogramas!, otra gran elipsis, y exclamar -¡Carajo esto es cine!.

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