POR JERÓNIMO CASCO
5 de DICIEMBRE del 2023, 19.06 PM | UTC-GMT -3
Revisitando 'M' (1931) de Fritz Lang: Un retrato del ascenso del fascismo
Una niña canta una tétrica canción mientras apunta con el dedo a varios niños que se encuentran a su alrededor en el patio de un edificio:
"Espera sólo un ratito, el monstruo de negro vendrá, sólo con su cuchillito ¡y te rebanará!”.
En ese mismo edificio, la madre de Elsie Beckmann, una niña de unos 7 u 8 años aproximadamente, la espera para comer al regreso de su colegio. Los pasillos advierten de un asesino en serie de niños. La madre se encuentra algo tranquila. Pero Elsie nunca llega, ya que al salir del instituto educativo se topa con un misterioso hombre mientras ella juega con una pelota. Este mismo hombre le compra un globo. El verdadero terror se comienza a palpar cuando vemos que esa pelota rueda por un descampado y el globo se enreda junto a un cable de luz callejero. Elsie ya no está, ha sido asesinada.
Para una película estrenada en 1931 esto se consideró como un acto de extrema rebeldía por parte de su director (de hecho ahora mismo lo sería), que además de ser alemán tenía raíces judías, pero el punto de Fritz Lang era enfocarse en mostrarnos el rápido ascenso de la expansión fascista en su país.
¿Se puede decir que como ciudadano alemán con raíces judías esto era una temprana advertencia del director por hacer visible lo que sucedería en Alemania? Probablemente, ya que la película refleja magistralmente la paranoia y desconfianza que se sume como un caldo de cultivo en la comunidad al no poder dar con el asesino en serie, apuntando con el dedo y condenando a cualquier persona que se le acerque a un niño con (aparentemente) nobles intenciones.
Este punto de no retorno resulta ser el paralelismo perfecto con el pueblo alemán de aquella época, uno que se encontraba en un fuerte estallido social que años más tarde terminó siendo el artífice del rápido ascenso fascista: el nazismo.
En ese revuelo surge uno delos rostros del mal. El actor Peter Lorre (que también tenía raíces judías) sorpresivamente asumía su primer papel en un thriller interpretando al asesino en serie Hans Beckert, algo bastante raro ya que siempre se le asociaba con la comedia. Pero las distancias existen para romperlas, y en este caso el intérprete se exhibe en pantalla como un verdadero y temible outsider, oprimido y reprimido por sus impulsos de matar. ¿Una víctima? Jamás, aunque quiera convencernos de lo contrario.
PERO, ¿PORQUÉ NOS REFERIMOS A “UNO DE LOS ROSTROS DEL MAL”?
Está más que claro que se podría definir a Hans como el verdadero “villano” de la película, ¿pero que pasa cuando una sociedad traspasa la línea del hartazgo colectivo y decide actuar con violencia a la violencia?¿De qué sirve un sistema judicial que no proporciona tranquilidad? El dilema moral de la película hace énfasis en la ineficacia política como el sendero hacía el ascenso del autoritarismo.
Luego de que atrapan a Beckert, la película culmina con un juicio improvisado al asesino en un galpón por parte de una organización compuesta por mendigos, y gente humilde y de buen corazón. Pero este valiente acto de autodefensa colectiva transforma la inicial sensación de bienestar y justicia, y refleja la creciente aceptación de la violencia como medio para restaurar el orden. La escena termina funcionando como una metáfora de la creciente inclinación hacia soluciones radicales y la pérdida de fe en el sistema judicial establecido.
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