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La casa de Mokarrameh está repleta de pinturas vívidas que dan una idea de la vida de las mujeres iraníes. Mokarrameh, una viuda en un Irán rural, una vez fue dueña de una vaca querida. Tuvo que buscar pasto en una caminata larga y agotadora para alimentar al animal. Un día sus hijos vendieron la bestia sin decírselo. Superada por el dolor, comenzó a pintar. Mokarrameh hizo su primera pintura (un retrato de la vaca) con barro y estiércol de vaca sobre una roca como un medio para encontrar consuelo por su muerte. Pintó en las paredes de su casa, en calabazas, en cualquier superficie que pudo encontrar hasta que uno de sus hijos, en su visita mensual desde Teherán, le trajo papel y pintura. Desde ese día Mokarrameh ha pintado sin descanso. Ahora su hogar rebosa de su colorido trabajo, en el que se representan vívidamente la vida local, las leyendas y los recuerdos.