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El documental dramatiza el reclutamiento y entrenamiento de jóvenes en la policía griega durante el gobierno de la junta militar de 1967-1974. Los jóvenes aparentemente decentes son seleccionados en función de los rasgos que los reclutadores consideran explotables: analfabetos, anticomunistas, jóvenes y varones. La película entrevista a Michailis Petrou, uno de los policías griegos involucrados en las torturas que accedió a testificar contra sus compañeros a cambio de una sentencia reducida. El testimonio de Petrou revela que los métodos de entrenamiento en sí mismos eran brutales y, a menudo, tortuosos, y se consideraban una necesidad para garantizar la obediencia robótica y brutal de los alumnos. Durante las representaciones dramáticas de los campos de entrenamiento, los directores establecen paralelismos con los campos de entrenamiento militares modernos y los métodos utilizados en el entrenamiento de los soldados.